Elemental, mi querido Watson" esta famosa frase nos rememora de inmediato al detective por antonomasia: Sherlock Holmes. Sin embargo, la frase como tal no aparece en ninguna de las 4 novelas y los 54 relatos cortos de Sir Arthur Conan Doyle sobre el personaje.
Esta atribución errada de una frase famosa, no es de extrañar, pues se da frecuentemente. Un ejemplo notable es "el fin justifica los medios", frase archiconocida que el 99% de las personas atribuye erróneamente a Nicolás Maquiavelo en el Príncipe, pero inexistente en esa forma literal en esta obra y las demás del calumniado intelectual y diplomático del Renacimiento, lo cual nos trae a colación una frase realmente dicha por Sherlock Holmes: “ nada resulta más engañoso que un hecho evidente”.
Sherlock Holmes, el detective de la lupa y la pipa, es un genio de la criminología, minucioso en los detalles y poseedor de una lógica insuperable y experimentada que le permiten resolver los casos por imposibles que parezcan. Por eso su colega Lestarde de Scotland Yard siempre anonadado y superado por los eventos, recurre a su domicilio el famoso Baker Street 221B de Londres. Auxiliado por su amigo y asistente el Dr. Watson, Holmes se arroja sin dudas ni titubeos a la resolución de los casos poniendo en practica unos principios metodológicos sencillos y certeros:
Sherlock Holmes, el detective de la lupa y la pipa, es un genio de la criminología, minucioso en los detalles y poseedor de una lógica insuperable y experimentada que le permiten resolver los casos por imposibles que parezcan. Por eso su colega Lestarde de Scotland Yard siempre anonadado y superado por los eventos, recurre a su domicilio el famoso Baker Street 221B de Londres. Auxiliado por su amigo y asistente el Dr. Watson, Holmes se arroja sin dudas ni titubeos a la resolución de los casos poniendo en practica unos principios metodológicos sencillos y certeros:
1- Todos los detalles por nimios que parezcan son importantes para resolver un caso.
2- En sus palabras: “"Es un error capital el teorizar antes de poseer datos. Insensiblemente uno comienza a alterar los hechos para encajarlos en las teorías, en lugar encajar las teorías en los hechos” y
3-“"Una vez que se descarta lo imposible, lo que queda es la verdad por improbable que parezca".
Cuando Conan Doyle, termino en 1887,la primera obra con el personaje, titulada Estudio en Escarlata ningún editor quiso publicársela.
Sin embargo en 1891 cuando en la novela El Problema Final pretendio crear un enemigo comparable al detective: el profesor Moriarty y desaparecer a Sherlock despenándolo, junto a su rival, por las cataratas de Reichenbach en Suiza, Sherlock Holmes era tan popular que los lectores enfurecidos protestaron enérgicamente obligando al autor a resucitarlo de nuevo.
Quizás el éxito descomunal que alcanzo el personaje fue motivada a la existencia del binomio Holmes-Watson, el primero clarividente y brillante, el segundo un amigo fiel con una capacidad intelectual normal, que como no tiene la lógica especial de Holmes, necesita cuestionarlo constantemente y quien al contestarle las preguntas va aclarando y resolviendo el caso.
Aqui podemos citar de nuevo a Holmes: "Nada aclara tanto un caso como exponérselo a otra persona".
El lector se identifica con Watson y a través de el, es atrapado en la obra, penetra en ella y participa en la resolución de los casos, sirviendo mas como compañero parlanchín, en el caso de Watson y de ávido lector, en el caso nuestro, que como ayuda real.
Al igual que con Juliano el Apóstata. encontré abundante bibliografía en el Internet y luego de dejarlos con el Monologo Primero del libro Criaturas del Aire de Fernando Savater, les pondré un link, por si les pica la curiosidad de saber más sobre Sherlock Holmes o quieren bajar todos sus libros en formato PDF.
Veamos el monólogo primero
Habla Sherlock Holmes:
Todo mi método portentoso se resume en un solo principio, una regla áurea que rige cada una de las investigaciones que emprendo: cuando todas las restantes posibilidades han sido descartadas, la última posibilidad restante, por improbable y asombrosa que sea, debe ser cierta. Como puede, verse; éste es un presupuesto lógico, no ético, una exigencia metodológica, no un imperativo moral; y, sin embargo, ¿no proviene de aquí también toda ética, junto con la más correcta perspectiva científica?
Aqui podemos citar de nuevo a Holmes: "Nada aclara tanto un caso como exponérselo a otra persona".
El lector se identifica con Watson y a través de el, es atrapado en la obra, penetra en ella y participa en la resolución de los casos, sirviendo mas como compañero parlanchín, en el caso de Watson y de ávido lector, en el caso nuestro, que como ayuda real.
Al igual que con Juliano el Apóstata. encontré abundante bibliografía en el Internet y luego de dejarlos con el Monologo Primero del libro Criaturas del Aire de Fernando Savater, les pondré un link, por si les pica la curiosidad de saber más sobre Sherlock Holmes o quieren bajar todos sus libros en formato PDF.
Veamos el monólogo primero
Habla Sherlock Holmes:
Todo mi método portentoso se resume en un solo principio, una regla áurea que rige cada una de las investigaciones que emprendo: cuando todas las restantes posibilidades han sido descartadas, la última posibilidad restante, por improbable y asombrosa que sea, debe ser cierta. Como puede, verse; éste es un presupuesto lógico, no ético, una exigencia metodológica, no un imperativo moral; y, sin embargo, ¿no proviene de aquí también toda ética, junto con la más correcta perspectiva científica?
En mi caso, al menos, el rigor del raciocinio es inseparable de la energía justiciera del corazón... En efecto: creo que la virtud no es una gracia caída de lo alto a ciertos individuos piadosos o un dócil doblegamiento ante una ley divina o humana, sino la única decisión posible en unas circunstancias dadas. Y cuando digo "única" me refiero a la única que permite triunfar, salir con bien, a la más fuerte, a la que comporta menos carga de muerte.
Lo mismo que en una investigación la última posibilidad que queda por examinar, aunque sea portentosa o desconcertante, es forzosamente más fuerte que todas las imposibilidades que puedan acumularse para explicar los hechos, así también en cada caso hay una linea de acción posible que, tras su apariencia quizá paradójica o cruel, es expresión viva de la auténtica virtud en marcha, de la moral más enérgica...
En los casos de mi archivo cuya crónica hizo pública el afectuoso celo de mi amigo el doctor Watson, hay numerosos ejemplos de la aplicación más extrema del citado principio, tanto en su faceta teórica como en su consecuencia ética. Y así verbigracia, mostré nitidamente que sólo un sabueso de carne y sangre pudo dejar huellas perceptibles en las sombrías alamedas de Baskerville, pese a que una mente más débil, menos inclinada a lo auténticamente fantástico como la mía, habría terminado por creer en un can espectral que cumplía una remota maldición; esta última solución; efectivamente, era en realidad la menos fantástica, la más vulgar también, aunque de modo aparatoso: creer en el fantasma era una forma de pereza intelectual reñida con la genuina fantasía, con esa fantasía emprendedora que me llevó a mí a capturar al sabueso real
y a volverlo contra su criminal hostigador.
Tales son los casos de mi especialidad: aquellos en que lo imposible parece lo único probable. Y tal es mi auténtica fuerza: conceder siempre más respeto a lo posible que a lo simplemente verosímil, a lo que el intelecto perezoso considera probable para huir de la auténtica y oculta posibilidad: Ahora bien, en materia moral este principio es de aplicación mucho menos evidente, mucho más litigiosa. Sí, ciertamente, creo que en cada caso, ante cada decisión, debe haber una línea de acción posible que reuna la mayor fuerza virtuosa y aleje del mejor modo el imperio de la muerte. Pero debo reconocer que me ha sido mucho más difícil a lo largo de mi carrera establecer esta línea que hallar aquella última posibilidad que hace encajar las piezas del rompecabezas criminal. Tomemos mi primer caso publicado, por ejemplo, aquel enigmático e
inolvidable Estudio en escarlata que nos reunió por primera vez a Watson y a mi.
En su día sostuve que fue un caso sencillo y no por baladronada, sino porque realmente su complejidad teórica -el quien lo hizo y el como ocurrió- no presentaba auténtica dificultad para una mente algo menos rutinaria que la de los inspectores Gregson y Lestrade; pero desde otro aspecto, desde ese ángulo de la virtud del que antes hablaba, ¡ah, visto desde ahí el caso fue terriblemente enrevesado! Aún hoy me pregunto si debí entregar a la Justicia, a lo que llamamos los ciudadanos del Estado moderno Justicia, al desdichado Jefferson Hope, al que la brutalidad del destino convirtió en vengador implacable de un buen hombre asesinado y de su hija deshonrada.
Ciertamente, la providencial rotura de un anaeurisma impidió que Hope conociera el banquillo de los acusados y la vida de presidio, pero mi interrogante ético sigue en pie, porque sólo a mí concierne. En último término, ¿no fue mi orgullo teórico, mi pasión escudriñadora y razonante, la que me obligó a perseguir hasta el acorralamiento definitivo a aquel hombre que era mejor que su víctima, a ese infeliz que quizá no hizo sino lo que yo mismo hubiera hecho en su lugar? En muchos de mis casos he lamentado llevar mi investigación hasta su lógico final, pues el verdadero problema, el más arduo, empezaba una vez resuelto el caso y no cuando me debatía en las tinieblas de la perplejidad. No hace falta que recuerde aquel problema que Watson bautizó Un escandalo en Bohemia, en el que la culpable a descubrir era la mujer que más he admirado en el mundo y mi contratante un rey indigno de su armiño.
En los casos de mi archivo cuya crónica hizo pública el afectuoso celo de mi amigo el doctor Watson, hay numerosos ejemplos de la aplicación más extrema del citado principio, tanto en su faceta teórica como en su consecuencia ética. Y así verbigracia, mostré nitidamente que sólo un sabueso de carne y sangre pudo dejar huellas perceptibles en las sombrías alamedas de Baskerville, pese a que una mente más débil, menos inclinada a lo auténticamente fantástico como la mía, habría terminado por creer en un can espectral que cumplía una remota maldición; esta última solución; efectivamente, era en realidad la menos fantástica, la más vulgar también, aunque de modo aparatoso: creer en el fantasma era una forma de pereza intelectual reñida con la genuina fantasía, con esa fantasía emprendedora que me llevó a mí a capturar al sabueso real
y a volverlo contra su criminal hostigador.
Tales son los casos de mi especialidad: aquellos en que lo imposible parece lo único probable. Y tal es mi auténtica fuerza: conceder siempre más respeto a lo posible que a lo simplemente verosímil, a lo que el intelecto perezoso considera probable para huir de la auténtica y oculta posibilidad: Ahora bien, en materia moral este principio es de aplicación mucho menos evidente, mucho más litigiosa. Sí, ciertamente, creo que en cada caso, ante cada decisión, debe haber una línea de acción posible que reuna la mayor fuerza virtuosa y aleje del mejor modo el imperio de la muerte. Pero debo reconocer que me ha sido mucho más difícil a lo largo de mi carrera establecer esta línea que hallar aquella última posibilidad que hace encajar las piezas del rompecabezas criminal. Tomemos mi primer caso publicado, por ejemplo, aquel enigmático e
inolvidable Estudio en escarlata que nos reunió por primera vez a Watson y a mi.
En su día sostuve que fue un caso sencillo y no por baladronada, sino porque realmente su complejidad teórica -el quien lo hizo y el como ocurrió- no presentaba auténtica dificultad para una mente algo menos rutinaria que la de los inspectores Gregson y Lestrade; pero desde otro aspecto, desde ese ángulo de la virtud del que antes hablaba, ¡ah, visto desde ahí el caso fue terriblemente enrevesado! Aún hoy me pregunto si debí entregar a la Justicia, a lo que llamamos los ciudadanos del Estado moderno Justicia, al desdichado Jefferson Hope, al que la brutalidad del destino convirtió en vengador implacable de un buen hombre asesinado y de su hija deshonrada.
Ciertamente, la providencial rotura de un anaeurisma impidió que Hope conociera el banquillo de los acusados y la vida de presidio, pero mi interrogante ético sigue en pie, porque sólo a mí concierne. En último término, ¿no fue mi orgullo teórico, mi pasión escudriñadora y razonante, la que me obligó a perseguir hasta el acorralamiento definitivo a aquel hombre que era mejor que su víctima, a ese infeliz que quizá no hizo sino lo que yo mismo hubiera hecho en su lugar? En muchos de mis casos he lamentado llevar mi investigación hasta su lógico final, pues el verdadero problema, el más arduo, empezaba una vez resuelto el caso y no cuando me debatía en las tinieblas de la perplejidad. No hace falta que recuerde aquel problema que Watson bautizó Un escandalo en Bohemia, en el que la culpable a descubrir era la mujer que más he admirado en el mundo y mi contratante un rey indigno de su armiño.
Me sentí realmente dichoso cuando Irene, la única persona que podría enorgullecerse de haberme relativamente derrotado, logró huir; dichoso hasta tal punto que rechacé el anillo de esmeralda con que el rey quería recompensar mis servicios y me contenté con guardar solamente el retrato de mi deslumbrante enemiga. Y así hay tantos casos, tantos finales paradójicos en los que mi descubrimiento se volvió en cierta forma contra mí mismo, contra convicciones que siento más arraigadas que mi simple deber de ciudadano...
Bien: sea como fuere, de nada me arrepiento. En el reino de los hechos físicos es más facil determinar qué es lo posible y lo imposible, distinción que se embrolla hasta el vértigo en lo moral. Pero esa dificultad no me hará abandonar mi convicción de que también en ese ambito escabroso es preciso llevar a cabo la indagación en busca de la última posibilidad, la que queda cuando todo lo demás es absurdo, locura y muerte."
Bien, después de las palabras de Sherlock Holmes,hagan click al nombre para ir a una pagina enciclopédica sobre el personaje y desde donde pueden bajar todas sus obras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario