miércoles, 18 de abril de 2007

Ulises Y la Odisea


La Odisea es uno de los primeros textos de la épica grecolatina y por tanto de la literatura occidental, es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuida al poeta griego Homero.

Fue originalmente escrita en lo que se ha llamado dialecto homérico y narra la vuelta a casa del héroe griego Odiseo (Ulises en latín, que es el nombre que usaremos en adelante) tras la Guerra de Troya que es narrada en La Ilíada.
Ulises es quien pone fin a dicha guerra mediante la estratagema del famoso caballo de madera que lleno de soldados en dejado fuera de las murallas troyanas, mientras el resto de las tropas fingen embarcarse e irse en los barcos, abandonando el sitio, en la noche, los soldados dentro del caballo, encabezados por Ulises salen de su escondite y llega la debacle de Troya.
Una vez finalizada la guerra, los aqueos vuelven a casa y Ulises tarda veinte años en regresar a la isla de Ítaca, donde poseía el título de rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los cortesanos que buscan desposarla, mientras consumen de manera desenfrenada los bienes de la familia.

Ulises se destaca por su fuerza, valor, que muchas veces raya en la temeridad, su dominio del arte de la oratoria y su astucia. y inteligencia, además de la ayuda constante que recibe de Atenea, hija de Zeus y de Hermes, para poder contrarrestar las iras del Dios Poseidón que no pierde oportunidad de molestarlo con su tridente. Es decir, Ulises es un instrumento de disputas de los Dioses.

El poema está dividido en tres partes. En la Telemaquia (cantos del I al IV) se describe la situación de Ítaca con la ausencia de su rey, el sufrimiento de Telémaco y Penélope debido a los pretendientes, y cómo el joven emprende un viaje en busca de su padre. En El regreso de Ulises (cantos V al XII) se narra el final del viaje del héroe hasta su hogar. Es en esta parte donde se detallan todas sus aventuras desde que salió de Troya hasta su vuelta a Itaca. Finalmente, en La venganza de Ulises(cantos XIII al XXIV), se describe el regreso a la isla, el reconocimiento por alguno de sus esclavos y su hijo, y como Ulises se venga de los pretendientes matándolos a todos. Tras aquello, Ulises es reconocido por su esposa Penélope y recupera su reino. Por último, se firma la paz entre todos los itacenses.

Para quien no lo haya leído, y quiera motivarse, aconsejo leer primero los cantos del IX al XII, donde Ulises una vez encontrado y ayudado por Nausicaa, la hija del Rey de los feacios, nos cuenta sus aventuras: los cicones, los lotófagos, Polifemo y los cíclopes, la isla de Eolo, el palacio de Circe la hechicera, el viaje a los infiernos, las sirenas, Escila y Caribdis. Las Islas del Sol y de Ogigia, donde fue retenido por la ninfa Calipso. Estas aventuras constituyen la parte más conocida e interesante de la Odisea. Son relatos impresionantes. En una muy breve síntesis podríamos resumir que Ulises y sus hombres saquean las ciudades de los cicones, arriban a la región de los lotofagos ; comedores de loto, que los endrogan y los hace irresponsables, al salir de allí caen en manos de Polifemo el cíclope gigante de un ojo que se almuerza a 4 miembros del grupo, antes de que Ulises le deje ciego con una lanza de madera caliente y escapen amarrados a las panzas de las ovejas y gracias al famoso ardid de haberle dicho al cíclope que se llamaba Nadie.

De allí, llegan a la tierra de los lestrigones, caníbales gigantes que destruyen los barcos y arponean a los hombres como si fueran peces y donde solo escapa el barco del Ulises que entonces arriba a la isla de Circe la hechicera, quien convierte a la tripulación en cerdos hasta que el héroe, ayudado por Hermes,la doblega y le muestra quien es el dueño de la porqueriza. Luego de un año de convivir con Circe, holgando en el lecho de ella "para que nazca, entre ellos la confianza " continúa su viaje y llega al Infierno donde consulta al espíritu del ciego Tiresias y ve las almas de los muertos, incluidas su madre y a la mayoría de los guerreros de la guerra de Troya, así como la de héroes mitológicos : Tántalo Y Sísifo.

Continua la obra con la archiconocida aventura de las sirenas, cuyos cantos fascinantes enloquecen a los hombres haciéndolos lanzarse a las profundidades del mar y donde Ulises manda a su tripulación a taponarse los oídos con ceras, y el se amarra al mástil del barco, para luego sortear el breve pasadizo marino entre el Caribdis, remolino mortal que absorbe todo lo que cruza y luego lo lanza hacia arriba y el promontorio donde esta la cueva donde vive la letal Escila, monstruo de 12 patas y seis cabezas , para llegar a la isla de Trinacria, donde cometen la imprudencia y el sacrilegio de hacer banquetes con las vacas sagradas de Helios, quien enojado manda una tempestad en que solo sobrevive Ulises, quien llega a la isla Ogigia donde vive la ninfa Calipso, quien se enamora de el y donde es retenido 10 años, para el gozo de la ninfa que se aficiona y le gusta “holgar en el tálamo con Ulises” y quien, solo por orden directa del Supremo Zeus le deja partir.
Es entonces cuando como naufrago llega a la tierra de los feacios, desde donde, nos cuenta sus aventuras, para luego volver a Itaca donde hará un ajuste de cuentas con los cortesanos que dilapidan sus bienes y pretendían casarse con Penélope.

En Internet existe un resumen que también vale la pena y que pueden acceder desde aquí

Una vez, realizado estos comentarios, veamos que nos dice el personaje por boca de de Fernando Savater en el monólogo séptimo.Habla Ulises:
Criatruras al aire "No hay nada peor para los mortales que andar errantes por el mundo. Creo que tengo derecho a decirlo, yo, a quien los inmortales han zarandeado durante tantos años y quizá vayan a seguir haciéndolo todavía durante mucho tiempo.
No pienso que mis aventuras sería injusto llamarlas patéticamente "desventuras" hayan acabado por fin, aunque he conquistado de nuevo mi reino y mi esposa, he abrazado la nobleza viril de mi hijo y la dignidad de mi padre, he vengado mi casa ultrajada por desaprensivos saqueadores, he acariciado por última vez la cabeza de mi perro Argos, que me reconoció antes que nadie, he vuelto a disparar mi arco coloso: ahora duermo en mi lecho inamovible, sobre su hondo pedestal de olivo, pero sé que mi vagar todavía no ha concluido.
Debo partir, para cumplir una profecía; quizá salga mañana, quizá dentro de un mes o un año: debo partir. Cuando conjuré a las sombras del Hades, tuve que vedar a los muertos el acceso a la sangre vertida, que yo reservaba para el adivino Tiresias; todos querían gozar un poco en el negro charco, para disfrutar de un atisbo de pálido calor y comunicarse con alguien aún vivo, pero yo les alejé de la sangre con mi espada desnuda, aunque algunos de los primeros que se acercaron me eran tan queridos como mi compañero Elpénor o mi propia madre Anticlea, cuya muerte yo aún ignoraba; ninguno probó el licor que les permitiría concretar levemente su doliente impalpabilidad, hasta que llegó Tiresias. Muchas cosas y todas fatalmente cumplidas más tarde me auguró el espectro del vidente: habló de mis naufragios y de los peligros que me acechaban. Adivinó también la muerte de mis compañeros y mi triunfo cautelosamente conseguido al llegar a Itaca.

Todo se ha cumplido, como digo, salvo el final de su profecía: "Cuando hayas vencido a tus enemigos y te sientes de nuevo en tu trono, toma un remo y parte hacia las tierras de los hombres que nunca oyeron hablar del mar ni de la navegación. Cuando te encuentres con un ser humano que no sepa qué es lo que llevas sobre tu hombro, clava el remo en el suelo y ofrece un sacrificio generoso a Poseidón. Si así lo haces, tendrás una vejez dichosa y una muerte dulce te llegará del mar". No entendí bien estas últimas palabras: no estoy seguro de si me dijo que alcanzaría un suave fin lejos del mar o que del mar me llegaría el fácil transito. ¡Qué más da! Lo único que importa es que también esto debe ser cumplido. Me alegra saber que he de morir lejos del mar o por su causa porque lo detesto y la más dulce de las muertes no podrá sin duda mitigar este odio.

Este transitorio reposo que he alcanzado me lo amargan los mudos aullidos de los muchos que me han odiado, asediando ahora mismo ¡ahora mismo! con su resentimiento impotente pero incansable el solaz largamente esperado de mi palacio. Oigo sin cesar a Palamedes, a quien se dice que traicioné por envidia de su ingenio rival, oigo los escalofriantes alaridos de perro herido que lanzaba contra mí y contra el universo entero el arquero Filoctetes, oigo los bramidos del Cíclope ciego, al que el dolor despertó de su embriaguez bestial: ¡ay, cómo no oír los reproches de acíbar del suicida Ajax, que hasta en el infierno me volvió la espalda, y los lamentos de Hécuba y los de Dolón, al que persuadí con engaños para que delatara a sus conciudadanos y luego dejé ejecutar, y todos, todos los de Troya entera cuando el gran Caballo parió su camada de sangre y llamas! Noto el odio de todos ellos sobre mí, como un sudario húmedo, como la túnica emponzoñada que la celosa Deyanira hizo vestir al pobre Hércules...
Me llaman Odiseo y unos dicen que tal nombre se deriva de "jefe" y otros de "lobo", pero yo estoy mejor informado, pues se lo debo a mi abuelo Autólico, aquel astuto trapisondista que me llamó Odiseo, esto es, el odiado por muchos. ¡Bien se cumplió en mí esta profecía! He sido jefe y lobo, sin duda, pero ante todo he sido odiado por muchos: me alivia pensar que volverê a ser Nadie, como en la cueva de Polifemo, y que tal es quizá mi verdadero nombre.

A fin de cuentas ¿qué héroe puede serlo realmente y no granjearse el odio de los muchos? Aquiles, Héctor, Agamenón... todos fueron odiados y temidos, todos sufrieron la babosa maledicencia de algún Tersites. No, estoy mintiendo, lo sé y hoy no quiero o no puedo mentir: ellos no fueron detestados del mismo modo que yo. Eran héroes rectos, sin trasfondo, temibles como el huracán (pero nadie odia al huracán) y peligrosos como niños salvajes (pero en todo corazón conquistan los niños espontánea dulzura). No es ése mi caso, héroe curvo, cóncavo, héroe que sabe plantarse frente a su enemigo y herirle por detrás. No soy sable ni lanza, soy la red o la muerte inopinada que viaja en la saeta: no desgarro ni trituro, sino que envuelvo, sujeto y asfixio.

Descubrí un secreto moral que los hombres no me han perdonado ni quizá me perdonen jamás: no hay arma tan aniquiladora como la red de las palabras, como la urdimbre razonable que penetra todas las corazas y desvía la amenaza de los más fuertes brazos. Ya el mundo antiguo es imposible y todos me culpan de ello, sólo porque me he adaptado demasiado bien al bífido manejo de las encrucijadas verbales. No tengo remordimientos ni apenas orgullo: es Atenea quien siempre ha puesto su mano de luz sobre mi cabeza. Casi siento lástima (no sé si de mí mismo o de los otros) al decirlo: soy el más fuerte. Cuando navegamos frente a las rocas donde acechan las sirenas, hice taponar con cera los oidos de mis compañeros y pedí que me ataran al palo mayor para no arrojarme a sus musicales garras; pero nunca he contado lo que de veras oí entonces. Pues bien, no oí nada: sin duda las sirenas escuchaban.
Entonces rompí a cantar."

En este site., podrán leer un resumen breve y conciso de la obra, se lo recomiendo:

y si les interesa la obra completa en prosa, se puede bajar desde este link,. Disfrutenlo.

Finalmente, solo nos queda cantar junto a Joan Manuel Serrat, su Canción Penélope, nombre de la esposa de Ulises y quien lo espero de manera fiel durante 20 años:

Penélope,
con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo.
Penélope
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.

Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
"Adiós amor mío
no me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí
volveré a por ti..."

Pobre infeliz
se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue tu amante.
Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor.
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope.

Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.

Dicen en el pueblo
que el caminante volvió.
La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope
mi amante fiel, mi paz,
deja ya
de tejer sueños en tu mente,
mírame,
soy tu amor, regresé".

Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel.
"Tú no eres quien yo espero".
Y se quedó
con el bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente blog.
Lo visitaré seguido.
Muy bueno el post, sobre Ulises el gran representante del "nostos" griego.

Desde Argentina te saludo

Manuel Miranda dijo...

Diablo Miguel!

Estas muy sofisticado en este blog.