domingo, 25 de marzo de 2007

Juliano el Apóstata.

Juliano
Mi primer contacto Con Flavio Claudio Juliano, emperador y filosofo seguidor de Platón, mejor conocido en la historia como Juliano el Apóstata, por renegar del cristianismo y tratar de revivir desde el poder una quimérica y desparecida edad de oro que identificaba con el paganismo y los cultos paganos, fue a través de aquella famosa frase y anécdota, según la cual Juliano se arrancó la lanza que le había herido de manera fatal en el campo de batalla enfrentando a los persas y volviendo la vista al cielo, la arrojó hacia arriba mientras pronunciaba la famosa frase: «Vicisti Galilæ» (Has vencido, Galileo).

Que mente humana con un poco de imaginación no echa a volar y visualiza la escena de un emperador romano herido de muerte, arrancándose la lanza que le atravesaba el cuerpo y que sellaba su suerte y la del intento fallido de resucitar a los dioses antiguos suplantados por un cristianismo avasallante e intolerante que aunque dominante para el Siglo IV aun no era la creencia hegemónica.

Que ser humano sensible no siente empatia por el hombre impetinente que hace ese gesto espectacular, que lo muestra fiel a sus ideas, que no cede en su autenticidad aun sabiendo que la vida se le escapa e intenta en un último acto inútil pero altivo y soberbio herir al dios cristiano a quien concretiza como su adversario triunfante.

Para mi, eso fue "morir con las botas puestas".

Con ese último acto desafiante y gracias a atreverse a combatir al cristianismo, gano Juliano el reconocimiento de la posteridad, a pesar de haber sido emperador por un lapso de menos de dos años, desde principios de noviembre del 361 hasta su muerte en el campo de batalla el 26 de Junio del 363 y no haber tenido tiempo de realizar obras fisicas de importancia, aunque sabemos que en el el 363, mientras se dirigía hacia Persia, deteniéndose en las ruinas del templo de Salomón en Jerusalén, ordenó la reconstrucción del templo y pretendía hacer lo mismo con la mayoría de los antiguos templos griegos.

Hace tiempo, conseguí la monumental obra de Gore Vidal, pero nunca he sacado el tiempo ni la voluntad de leerla completa, después leí que probablemente el acto final y la frase nunca existieron, pero ya yo había visto a Juliano desafiar a Dios y las ideas y las creencias, una vez impresas en la memoria nunca desaparecen ni nos abandonan.

Cuando me encontre con Juliano en el monologo decimoquinto del libro de Fernando Savater,, Criaturas del Aire, sentí que había reencontrado un amigo, aunque tomándome el atrevimiento, quizás escudado en mi ignorancia, creo que Savater no exploro ni remotamente las multiples posibilidades que le daba el polémico personaje. Juliano pudo haber dicho mucho y bueno, si el autor se hubiera empeñado y fatigado un poco mas con el.

Como existe buena y abundante bibliografía en el Internet sobre el tema, solo me queda a continuación ponerle el monologo del libro de Savater y recomendarles que se den una vuelta por los links sobre Juliano que están a continuación del monologo:

Habla Juliano el Apóstata:

"¡Oídme, ciudadanos del Imperio, soldados de Roma! Escuchad a vuestro emperador! Es la última vez que me dirijo a vosotros antes de que nos enfrentemos con las babélicas tropas del Gran Rey. ¡Ctesifonte nos aguarda, como una dulce y jugosa manzana oriental que espera ser robada por la mano viril de Roma! La batalla va a ser terrible; desde aquí podéis ver ya la polvareda inacabable que levanta el grueso de la caballeria de Sapor, sus carros y elefantes enviados en auxilio de la ciudad sitiada.

Pero aún no sabéis lo más espantoso, lo que ahora debo revelaros ya no en mi calidad de vuestro emperador y general en jefe, sino en la de sumo sacerdote de los dioses que veneramos: todos los presagios son funestos, los hados que he consultado proclaman inequívocamente su hostilidad. De los tres bueyes blancos que sacrifiqué esta mañana al amanecer, el primero vertió una sangre negra y corrompida, de insoportable fetidez; el segundo lanzó cuando me acerqué a él un mugido desafiante y lúgubre, más propio de la dorada bestia del tirano Fálaris que de un toro mortal; al tercero no pude encontrarle el higado, bien porque no lo tuviera o quizá a causa de mi obnubilación malsana. Volví entonces mi rostro hacia los cielos, en muda invocación, y vi unos pájaros extraños, semejantes a grullas, establecer con su vuelo un augurio siniestro.

En aquel instante, el naciente sol nubló su gloria por un largo momento y pensé: "Mi numen me abandona". Parece que el gran Helios siente fatiga o desazón al verse triunfante en nuestros estandartes: Sol Invicto. ¿Será porque un día vino a nosotros desde estas tierras orientales y no desea ahora convertirse en triturador de sus primitivos feligreses? Cuando se me ocurrió esta idea, la cabeza me dio vueltas con vértigo impio. Pensé:"¿Hago bien en acogerme a la protección de un dios persa para ir contra los persas?". Y luego, con horror: "Ya no sé cuáles son mis dioses". ¿Donde están aquellos inmortales que fraguaron la gloria eterna de Roma? No tengo a mi lado a los dioses de Trajano, ni mucho menos a los de Alejandro, pero frente a mí, como ellos, tengo a los persas.

Ahora puedo decíroslo sin odio y sin indiferencia, quisiera que también sin cansancio: los culpables son los cristianos y los cínicos, pero vosotros, los que os llamáis romanos y no pertenecéis a unos ni a otros, sois aún más culpables por vuestra pasiva complicidad. Los dioses dejan a quienes les han dejado.
Merecéis perecer, porque no habéis defendido la única forma de ser hombres -en el sentido glorioso de la palabra- que conocíais; es decir, ni piedad, ni virtud, ni nada a cambio. ¡Feliz agonía! Ya no puedo desearos otra cosa. Es la victoria de los desharrapados, de los que arrastran los pies por el polvo de la historia y discuten ociosa e interminablemente sobre las intrinsecas culpas que causan nuestra actual bajeza, de los que abominan de las urgencias orgullosas de la acción, de todo lo que en la vida rechaza el tonel y busca el palacio. "EI cielo es nuestro techo -dicen-. Nos vestimos con la gloria espontánea de los lirios del campo.. ¡Sólo pedimos que no nos quitéis el sol!" ¡Hipócritas y cobardes, pues lo único hermoso bajo el cielo para ellos es el ser inevitable y regalado, como la tersa capa de los lirios o la luz del sol! Nada tienen porque nada merecen y ¡qué equivocados estáis los que tenéis mucho, glotones y hedonistas de Antioquía, y perezosamente soñáis con retener sin merecer!

Todo es conquista, todo es premio: tal es la vieja y olvidada lección de Roma, la verdad más intensa que aportamos a nuestra herencia griega. Por eso me dirijo ahora principalmente a vosotros, los únicos que me habéis amado sin entenderme y por eso me habéis entendido mejor que nadie, mis fieles galos petulantes, tan lejos de vuestras tierras y de vuestras mujeres: ¡adelante, hermosos bárbaros! Ni Helios ni Marte os conmueven, vuestros íntimos dioses son impronunciables, pero jamás cederéis a la fascinación abyecta y dócil del judío crucificado o a la seducción absurda del ateísmo cosmopolita. ¡A vosotros y a los que estén dispuestos a ser tan jóvenes y libres como vosotros digo: adelante! ¡Ctesifonte es nuestra! ¡Que los malos augurios retrocedan ante nuestro asalto! Hasta los persas se nos unirían si supieran lo que defendemos..."

Aqui estan los links:

http://es.wikipedia.org/wiki/Juliano
http://www.imperiobizantino.com/juliano.htm



Finalmente aquí, le pongo un link desde donde pueden bajar el libro de Gore Vidal en español por si tienen el tiempo y la voluntad para emburujarse con esta colosal obra literaria:Juliano el Apóstata,darle Request Download link (arriba e izquierda) y luego Download File (arriba y derecha).

sábado, 17 de marzo de 2007

Job

Job


En las sandeces de hoy hablaremos de Job, el personaje del monólogo decimoctavo del Libro Criaturas del aire de Fernando Savater.

Iniciaremos con una breve y necesaria referencia al Libro de Job que pertenece al Antiguo Testamento, la primera de las dos grandes divisiones de la Biblia y que comprende un grupo de escritos relativos a la religión, historia, instituciones y costumbres de los judíos, escritos casi totalmente en hebreo y compuesto por 46 libros divididos en grandes grupos: los 5 del Pentateuco: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio.
Los 16 libros históricos : Josué, Jueces, Ruth, I Samuel, II Samuel, I Reyes, II Reyes, I Paralipómenos o Crónicas, II Paralipómenos o Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, I Macabeos, II Macabeos.
Los 7 sapienciales : Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico y los 18 libros proféticos : seis profetas mayores (Isaías, Jeremías, Lamentaciones de Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel) y los doce menores.
El Libro de Job, forma parte de los libros llamados poéticos (por su forma) o didácticos (por su enseñanza) o sapienciales (por su contenido espiritual). En estos libros no encontramos ni leyes o promesas hechas por Dios, ni oráculos de personas que hablen en su nombre. Todo en ellos, excepto algún pequeño oráculo en los Salmos, o la locución de Dios a Job desde la tormenta, tiene el carácter de ser directamente palabra humana que expresa una sabiduría sobre cuestiones filosoficas y eticas de la vida, sin que entremos en el debate de si son o no, inspiradas por Dios.

El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2).
Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar (caps. 3-31).
Un diálogo entre Job y Elihú, un cuarto amigo (32-37).
Discursos de Dios "desde el seno de la tempestad" (38-42) y un breve epílogo en prosa (cap. 43).

Según los entendidos, La unidad del libro, cuyo origen debe ser situado entre el año 500 y 250 antes de Cristo, es cuestionado con el prologo y el epilogo en prosa, atribuidos a un autor diferente a las otras tres partes en poesía. De igual manera parecería que el diálogo de Elihu, fue realizado e insertado en una época posterior, porque interrumpe el flujo del argumento.

Luego de esta introducción procedamos a ver un breve resumen del Libro de Job:

"Había en la región de Us (al suroriente de Palestina) un hombre de muy buen comportamiento, que se apartaba del mal y temía mucho ofender a Dios. Tenía siete hijos y tres hijas. Era inmensamente rico. Tenía 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 pares de bueyes, 500 asnas, y muchísimos obreros. Era el más rico de toda la región".
De vez en cuando ofrecía sacrificios de animales a Dios, para pedirle perdón por los pecados de sus hijos, porque se decía: "¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!".

Un día se reunió Dios en el cielo con sus ángeles y les dijo: ¿Han visto a mi amigo Job? No hay nadie en la tierra tan bueno como él. ¡Tiene gran temor de ofenderme y se aparta del mal! ¡Pero Satanás llegó y dijo a Dios: "Es que has tratado demasiado bien a Job. Le concediste enorme cantidad de animales, y de personas. Así cualquiera se porta bien. Pero permítele que se le acaben sus riquezas, y verás como se portará de mal!". - Y Dios le dijo a Satanás "Le concedo permiso para que lo ataque en sus bienes, en sus animales y personas que le sirven. Pero cuidado ¡A él no lo vaya a tocar!". Y un día en que sus siete hijos y sus tres hijas estaban celebrando un almuerzo en casa del hijo mayor, llegó corriendo un mensajero a decirle a Job: "Sus bueyes estaban arando, y sus asnas estaban pastando en el potrero y llegaron los guerrilleros y mataron a los trabajadores y se robaron todos los animales. Solamente yo logré huir para traerle la noticia".

Todavía estaba el otro hablando cuando llegó un segundo obrero y le dijo: "Cayeron rayos del cielo y mataron a todas sus ovejas y a sus pastores. Solamente yo logré salir huyendo para traerle la noticia".
Aún estaba hablando el anterior cuando llegó otro que le dijo: "Los enemigos del país vecino se dividieron en tres escuadrones y atacaron los camellos, mataron a los arrieros, y se llevaron todos los animales. Unicamente yo logré huir para venir a contarle la noticia".
No había terminado el otro de hablar cuando llegó un cuarto mensajero a decirle: "Sus siete hijos y sus tres hijas estaban almorzando en casa del hijo mayor y se cayó el techo y los mató a todos".
Job se levantó, rasgó sus vestiduras en señal de tristeza; se rapó la cabeza en señal de duelo y exclamó: "Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios".
Y en todo esto no pecó Job, ni dijo ninguna palabra contra Dios que había permitido que le sucedieran tantas desgracias.
Se volvió Dios a reunir con sus ángeles en el cielo y les dijo: "¿Se han fijado en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la tierra. Tiene gran temor de ofenderme y se aparta siempre del mal. ¡Y aunque he permitido que le sucedan tantos sufrimientos, no se aparta de mi amistad!". Pero llegó Satanás y le dijo: "Sí, se conserva así porque goza de buena salud. ¡Pero permíteme quitarle la salud y verás que ahora sí maldice y se porta mal!". - Y Dios le dijo - Puede quitarle la salud. ¡Pero cuidado: respétale la vida!.

Y a Job le llegó una enfermedad en la piel, y se volvió una sola llaga desde la cabeza hasta los pies. Tuvo que ir a sentarse junto a un basurero, y con un pedazo de teja se rascaba, y vivía entre la basura. Y hasta su mujer lo despreciaba y le decía: "¡Maldiga su suerte y muérase!".
Pero Job le respondió: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿Por qué no vamos a aceptar los males que El permita que nos sucedan?. Y en todo esto no pecó Job con sus labios o sus palabras. Y eran tales sus angustias y los desprecios que le hacían, que cuando amanecía exclamaba: "¿Cuándo anochecerá para que no me desprecien ni se burlen más de mí?". Y cuando anochecía decía: "¿Cuándo amanecerá para que no me atormenten más las pesadillas y espantos?". Y todo esto le sucedía, siendo él tan santo.

Al saber tan tristes noticias, llegaron tres amigos desde diversos sitios, a consolarlo. Y al verlo tan acabado, lanzaron gritos de angustia, rasgaron sus vestiduras en señal de dolor, se echaron polvo en la cabeza como penitencia, y se quedaron siete días, sentados en el suelo, sin decir palabra, llenos de dolor.
Y después los tres amigos empezaron un diálogo en verso, diciendo cada uno a qué se debían probablemente aquellos infortunios tan terribles del pobre Job. Y sacaron como consecuencia final que probablemente él había sido muy pecador y que por eso era que estaba disgustado Dios. Job respondió con fuertes exclamaciones que esa no era la causa de sus desgracias. Que él se había esmerado durante toda su vida por comportarse de una manera que le fuera agradable a Dios. Que había compartido sus bienes con los pobres. Que su deseo de mantenerse puro era tan sincero que había hecho un pacto con sus ojos para no mirar a mujeres jóvenes. Y decía: "estoy cierto que un día, con estos ojos veré a mi Dios".

En un momento de emoción Job llega a decirle a Dios que a él le parece que Nuestro Señor ha exagerado en el modo de hacerle sufrir. Que siendo Dios tan poderoso por qué se venga de un pobrecito tan miserable como él. Y entonces interviene Dios y le contesta fuertemente a Job que la criatura no tiene porqué pedirle cuentas al Creador, y empieza la voz de Dios a hacer una descripción maravillosamente poética de los seres que El ha creado. "¿Cuando yo hice el universo dónde estabas tú? ¿Cuando hice el mar y los animales que lo llenan, por dónde andabas a esa hora?". Y luego Dios va describiendo la imponencia del cocodrilo y del rinoceronte, y las astucias de los animales salvajes, y le pregunta a Job: "Cuando yo hice a todos estos animales, dónde estabas tú, para que ahora me vengas a pedir cuenta de lo que yo hago? ¿Quién es este que se atreve a discutirme?".

Job se da cuenta de que hizo mal en ponerse a pedirle cuentas a Dios y le dice humildemente: "Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor".
Entonces Dios volvió a hablar con voz amable, y dijo a los amigos de Job: "Ofrézcanme un sacrificio para pedirme perdón por lo que dijeron contra mi amigo Job. Y por las oraciones de él, yo los perdono".

Luego Dios le concedió a Job el doble de bienes de los que antes había tenido. Vinieron todos sus familiares cercanos y lejanos y cada uno le trajo un regalo y una barra de plata, y un anillo de oro y celebraron un gran banquete en su honor. Y Dios bnedijo otra vez a Job y le concedió 14,000 ovejas, 6,000 camellos, 1,000 pares de bueyes, y 1,000 asnas. Se casó de nuevo y tuvo siete hijos y tres hijas. Y sus hijas fueron las mujeres más bellas de su tiempo. Y Dios le concedió a Job una larga vida. Vivió hasta los 140 años. Y conoció a los nietos, a los biznietos y a los tataranietos. Y murió en feliz ancianidad y lleno de alegría y paz."

Una vez terminado el resumen que encontré, tal como lo puse, en el Internet, quiero comentar, que una vez leído los capítulos 1 y 2 del Libro de Job en la Biblia, me recordé unas líneas del inmenso cantautor argentino Facundo Cabral,, en su exito de principios de los 80"s " A veces yo me Pregunto" :

"Dios dirige la orquesta,
el diablo dirige el coro,
el hombre paga los gastos".

y si nosotros pagamos lo gastos, ahora disfrutemos las palabras de Job en el interesante monólogo del libro Criaturas del Aire:

Habla JOB

Criatruras al aire
"Lo admito, no supe resignarme: pero nadie logrará hacerme creer en las virtudes indiscutibles de la resignación. Vino como una tormenta sobre mis campos, sobre mis rebaños, sobre mis casas; vino sobre mi mujer y mis hijos, matando, incendiando, arrasando. Luego se ensañó con mi cuerpo, hasta dejarme reducido a una pura llaga repulsiva: me converí en objeto de horror y asco para mí mismo. Allá, en el muladar al que me vi desterrado, basura tirada entre basuras, sentí que me ganaba poco a poco una especie de vértigo.

Utilizaba un pedazo de teja para rascarme la insoportable comezón que me roía, cuando de pronto aquel pedazo de arcilla seca se me antojó un cetro, el sello de la más alta potestad. Aquella teja inservible, recogida en el ámbito más degradante, entre lo que nadie desea, iba a ser mi varita mágica.
Con ella en la mano como certificado de absoluta miseria, podía por fin hablar: no hay palabra prohibida en un vertedero, no hay censura ni limitación alguna que pueda imponerse al discurso que vocea un leproso mientras se frota con un pedazo de teja rota.

¿Hubiera debido resignarme? Así me lo aconsejaron mis pacatos amigos, pero yo sigo pensando que no y mil veces no. ¿Resignarme cuando uno tiene por fin en la mano la teja de la verdad, cuando ya no hay cortapisa de posesión, afecto o salud que nos impida decir implacablemente todo lo que vemos, los íntimos recodos de la desesperación?.
Creo que hice lo justo: desposeído, enfermo, se me arrojó a un muladar y entonces pude por fin proclamar, ya sin recato, que el mundo es desperdicio y excremento, la vida es la enfermedad que un sarnoso padece en su vertedero... Esa mísera teja era algo más dolorosamente precioso que todo lo que antes tuve: era el salvoconducto para hablar cara a cara con Dios.

Por muchas vueltas que le diera al asunto, mi causa era de una solidez inatacable. En el foso séptico de mi desventura ya no había modo de hacerme convicto de pecado. Pude quizá pecar antes, cuando aún era algo, cuando todavía no había conquistado el despojo y la teja. Entonces hubiera podido sancionarme el Señor del Trueno y quizás entonces yo hubiera creido en la pertinencia de su castigo y su reproche. Pero luego las cosas alcanzaron definitiva claridad: yo era una basura, nunca fui otra cosa, por tanto la cólera del Dios creador de la basura está perfectamente injustificada cuando relampaguea contra mi inmundicia.
De su todo a mi nada no hay caminos transitables: me había quitado tanto que ya no tenía forma de devolverme el lastre suficiente como para hacerme sentir culpable. El tenía su poder infinito, pero yo había ganado un invencible y fragilisimo talismán contra la omnipótencia: mi teja. Los amigos que me asestaban su compañía y sus censuras no lograban entender el fondo del asunto; ellos reclamaban justicia o piedad para con el Señor, pero hablaban desde su casa, desde su salud, desde su miedo culpable a verse en mi perfecto decaimiento.

Yo me hallaba tan absolutamente triturado que, para no serles insoportable del todo, me exigían al menos considerarme malo. Lamentándolo mucho, no pude darles ese gusto: al contrario, cada vez aireé mi increíble inocencia con más fuerza, mi deslumbrante inocencia, mi leprosa y machacada inocencia... Por último, el propio Omnipotente me gritó desde su trono para que pusiera fin a mi diatriba. Me habló de cómo creó los cielos y cómo encauzó los mares, se burló de mi impotencia, me desafió a pescar con sedal y anzuelo la mole del Leviatán, me preguntó; ronco de ira, que dónde estaba yo cuando El fundó el mundo y si me creía capaz de justificarme ante mis enemigos por la sola fuerza de mi brazo... Yo no respondí nada, pero seguía rascándome las tenaces pústulas con mi teja.

Ahora me lo ha devuelto todo, las casas y los campos, los rebaños y los hijos; mi salud es tan extraordinariamente buena que todo parece indicar que viviré más de cien años. Me cubre de bienes de modo abrumador, me vomita encima el contenido completo del cuerno de la abundancia, nada le parece demasiado para mí... Ya se que todo esto no es más que un soborno para que olvide mi teja y las palabras
que fui capaz de exclamar con ella en la mano, pero yo no remoloneo en mi piedad cotidiana y me dejo querer. Sigo siendo un ejemplo de religiosidad y sumisión para quienes me conocen, como lo fui en un rincipio, antes de mi descenso al muladar. Pero ahora sé y lo que sé no lo puedo olvidar. Antes había oído hablar de Jehová, pero ahora le he visto cara a cara. Tampoco El podrá volver a descansar tranquilo. Ya no tengo mi teja, pero todo yo, todo mi cuerpo y mi memoria se ha convertido en ese pedazo de arcilla seca.

Ahora yo mismo soy la teja en las manos perplejas de Dios."

Bueno, después de leer a Job, y para ser la teja en las manos perplejas de ustedes, solo me queda darles la oportunidad de descargar la Biblia completa desde aqui y vayan luego al Libro de Job en pagina 820. O bajen solamente el Libro de Job desde aqui,darle Request Download link y luego DownLoad File.Si carecen el lector de PDF, Acrobat Reader, en este link pueden bajarlo.
Job

domingo, 11 de marzo de 2007

Desdémona


Luego de haber analizado a la Gorda Margot, Taturfo y Bentran de Born, el cuarto personaje del libro Criaturas del aire de Fernando Savater que presentaremos en las sandeces de hoy es Desdémona, la asesinada protagonista de la Obra Otelo de Shaspekeare .
Mi Contacto inicial con el autor fue a través de los Montesco y Capuleto de Romeo y Julieta, quizás una forma no muy auspiciosa. Sin embargo luego tuve la fortuna de leer Macbeth, tragedia acerca de la traición y la ambición desmedida, cuyo personaje Lady Macbeth, quien ya no podía dormir porque sus sueños estaban llenos de sangre al igual que sus manos me entusiasmaron a seguir leyéndo a Shaspekeare y así también conocí a Hamlet y Otelo entre otras.
Si alguna vez, puedo ponerme en contacto con Savater, le diría que considero una lastima que haya dejado a Lady Macbeth fuera de sus monólogos.

Veamos un resumen bien breve de la trama : Recien fugado con Desdémona al comienzo de la obra abandona Venecia rumbo a Chipre para dirigir el ejército en contra de una posible invasión Turca. El padre de la Joven el Senador Brabancio, se siente engañado por su hija y luego de tratar de destruir la relación, que había sido denunciada por Yago, la acepta a regañadientes como hecho consumado y termina su papel en la obra con la famosa advertencia a Otelo:

“Con ella, moro, siempre vigilante:
Si a su padre engañó, puede engañarte”.

Desde el primer acto aparece Yago quien es el, para mi, el verdadero personaje central de la obra pues es quien maneja todos los hilos de la trama y va creando todas las situaciones. Su envidia hacia Otelo y Casio, solo tiene paralelo con la sagacidad y astucia con que va manejando a los personajes para su beneficio.

Luego que siembra en Otelo la duda de los celos le dice:

“Señor, cuidado con los celos.
Son un monstruo de ojos verdes que se burla
del pan que le alimenta. Feliz el cornudo
que, sabiéndose engañado, no quiere a su ofensora
mas, ¡qué horas de angustia le aguardan
al que duda y adora, idolatra y recela!”
Otelo

y mas adelante al crear la trampa con el pañuelo que Otelo le había regalado a Desdémona, nos dice:

“Dejaré el pañuelo donde vive Casio;
él lo encontrará. Simples menudencias
son para el celoso pruebas más tajantes
que las Santas Escrituras. Me puede servir.
El moro está cediendo a mi veneno:
la idea peligrosa es veneno de por sí
y, aunque empiece por no desagradar,
tan pronto como actúa sobre la sangre,
arde como mina de azufre. ¿No lo decía? “.


Rodrigo, un caballero enamorado de Desdémona, a quien el manipula quitándole el dinero, mediante promesas de conseguirle a la dama, al este, inquirirle la falta de progreso que ve en el proceso:
“He oído demasiado. Tus hechos no hacen juego con tus dichos”.

le contesta de forma magistral:

“¡Qué pobres son los impacientes!
¿Qué herida no ha sanado paso a paso?
Obramos con la mente, no con brujería,
y la mente necesita lentitud.”

y luego lo usa para tratar de matar a Casio

De las mujeres se expresa Yago de esta manera:

“Vamos, vamos. Sois estatuas en la calle, cotorras en la casa, fieras en la cocina, santas al ofender, demonios si os ofenden, farsantes en las labores y laboriosas en la cama”

Si, sin duda Yago es genial y debería ser el nombre de la obra.

Otelo
Terminando el resumen: Yago convence a Otelo de que Desdémona le ha sido infiel con Casio. Otelo mata a Desdémona, ciego de ira. Mientras negándose a sus suplicas, la estrangula con la frase: “Empezar es acabar.”.

La esposa de Yago, Emilia, quien ya había dicho estas interesantes palabras:

“Un año o dos no revelan a un hombre.
Todos son estómagos y nosotras, comida.
Nos comen con hambre y, una vez llenos,
nos eructan.”,
descubre que la aventura de Desdémona con Casio ha sido una invención de Yago y lo denuncia, lo que motiva su muerte, mientras Otelo se suicida apuñalándose.

Savater nos presenta en su monologo cuarto a Desdémona que mientras espera, fingiendo estar durmiendo a Otelo en su noche fatal nos recita las siguientes palabras:
Criatruras al aire "Esta va a ser una noche extraordinariamente feliz: quiero volver a ser dichosa hasta la indecencia, como antes. ¡Ah, cuántos planes he tenido que tramar, cuántos cuchicheos con mi fiel Emilia y el buen Yago, qué paciente calibrar cuándo se debe exclamar una palabra por otra o cuándo hay que perder un pañuelo! Pero esta noche voy a cobrar por fin el salario de mi astucia, los intereses de mi desvelo. Esta noche recuperaré a Otelo, el garañón berberisco de mis ardores venecianos...
¿Por qué los hombres tendrán siempre que distraerse de nosotras, por qué preferirán los estériles enredos de la política o la brutalidad de la guerra, por qué han de ser más capaces de abismarse en una discusión sobre la naturaleza de las estrellas que de perderse en el reclamo de unos ojos que todo lo piden, para siempre, para siempre? Por que cuando se entregan de veras, o cuando nosotras creemos que se entregan de veras, pueden fundirnos en puro deleite.
Pero se cansan, se distraen: son como externos a su cuerpo, a sus sensaciones, y no pueden empaparse de carne más que a poquitos, durante breves ramalazos de sensualidad que les dejan exhaustos y aterrados. En seguida huyen al comercio o a la metafísica, en seguida se refugian en las proezas o se ocupan de componer música. Para vivir necesitan olvidar la mayor parte del día que están vivos; para sentir algo necesitan convencerse de que no sienten, sino que piensan o calculan; para atreverse a desear lo que en verdad desean tienen que atiborrarse de proyectos útiles o sublimes, hasta que finalmente caen rendidos en brazos de lo que no saben apetecer más que como reposó, exceso o costumbre. Son así: para ser capaces de ceder de vez en cuando al éxtasis tienen que considerarlo como un simple desahogo entre dos empresas mucho más importantes porque les comprometen a muy largo plazo...
La pasión les desasosiega y la carne les azara y, secretamente, les humilla: no quieren querer lo que quieren o quizá para quererlo tienen que suponer que lo que en verdad quieren es algo mucho más excelso, de cuyo deslumbrante fulgor tienen de vez en cuando que apartar los ojos hacia cosas más banales.

Otelo era una fiera espléndida, parecía infatigable en la caricia, nacido para la violencia de arrullos devastadores que me dejaban asolada noche tras noche como un campo saqueado por los bárbaros. Después de haber probado su furor africano, tan brutal y tan exquisito, tan directo y tan orientalmente refinado, todos los educados jóvenes a los que mi clase me acercaba me parecieron de insoportable insipidez. Me arriesgué a matar a mi padre del disgusto o a ser muerta por él cuando descubriese mis amores con un moro: ¡yo, la hija del senador Brabancio, jugando a la bestia de dos espaldas con un coloso negroide semicivilizado!, ¡la perla de Venecia adornando como un pendiente el lóbulo oscuro de un aventurero berberisco! Por muy rico que fuera Otelo y por muy imprescindibles que fuesen sus servicios a la República, la provocación era demasiado grande.
Fueron aquéllas las noches de nuestros arrebatos furtivos, cuando él trepaba ágilmente a la alta ventana de mi alcoba para disfrutarme, como quien sube a lo más alto de un gran árbol para sorber en el mismo nido los huevos recién puestos de un ave exótica. Yo le esperaba desnuda y temblorosa en mi lecho, con la mirada fija en el rectángulo sombrío de la ventana, hasta que en el alféizar aparecían sus ojos de fuego y la agresiva blancura de su primera sonrisa... Eran los dias de los mensajes deslizados a la puerta de la iglesia, de los saludos falsamente distantes cuando nos cruzábamos en la plaza de San Marcos o de las miradas de arrobo cuando pasaba a caballo al frente de sus soldados y yo sabía que esa misma noche lo tendría sobre mí; el áspero calor de su lengua en mi boca.. Luego, todo pareció arreglarse y todo se estropeó. Fuimos descubiertos, pero el dux y mi padre nos perdonaron, accediendo a nuestra boda.

Otelo fue nombrado gobernador de Chipre y se convirtió en el principal baluarte de Venecia contra el peligro otomano. Ya nada fue igual: ahora se pasa la vida preocupado, pierde las noches planeando expediciones punitivas y los días se los pasa parlamentando con embajadores turcos o interrogando a prisioneros. A mí me dedica una rápida ternura, en la que apenas quedan atisbos de su fogosidad clandestina. Se ha convertido en un magnífico gobernador y en un espléndido principe del Mediterráneo cristiano, pero ya no es el magnífico saqueador de mis noches, el espléndido tirano de mis pezones...

Por eso he tramado toda esta amorosa conjura, con la desinteresada y cariñosa ayuda de Emilia y Yago. Por insinuaciones y falsos descuidos, hemos llegado a hacerle creer que coqueteo con su lugarteniente Casio, un pisaverde fatuo pero bonito. Sé que esto ha de hacerle reaccionar: comprenderá los peligros de tenerme abandonada y los celos han de devolverle su antiguo fiero latido. Me he perfumado para él, me he puesto el más trasparente de mis camisones de seda; algo insinuante y que se puede fácilmente desgarrar.
.
Ahí llega; se acerca a mi lecho, mientras finjo dormir. Me cuesta mantener los ojos cerrados de tanto que me encandila su aliento querido: noto que me gana una íntima humedad ansiosa... Ahora se inclina sobre mí y le oigo susurrar: "¡He aquí la causa! ¡He aquí la causa, alma mía!... ¡Permitidme que no la nombre ante vosotras, castas estrellas! ¡He aquí la causa!..."


Puedes descargar Otelo en Formato PDF, desde aqui

sábado, 3 de marzo de 2007

Bertran de Born


Bertran de Born fue condenado por Dante, a residir en el Infierno, en su círculo octavo donde residen los hombres que atizan el odio y la discordia. Allí como prototipo de los poetas que tratan de la guerra, descabezado, pendiendo de su mano la cabeza, Dante nos lo presenta como un «hombre-lampara», en una escena llena de horror, en la que el que fue causa de discordia y división entre Enrique II, el rey viejo, y Enrique el hijo, aparece con la cabeza separada del cuerpo llevándola agarrada de los cabellos, mientras se lamenta. La escena se llena de patetismo cuando, para hacerse oír de los dos poetas (Dante y Virgilio), debe levantar pesadamente el brazo elevando así la cabeza cuya boca anunciará el motivo de su esperpéntica figura dividida:

Veamos que nos dice Dante en la Divina Comedia , en el canto XXVIII:

Yo vi de cierto, y parece que aún vea,
un busto sin cabeza andar lo mismo
que iban los otros del rebaño triste;
la testa trunca agarraba del pelo,
cual un farol llevándola en la mano;
y nos miraba, y «¡Ay de mí!» decía.
De sí se hacía a sí mismo lucerna,
y había dos en uno y uno en dos:
cómo es posible sabe Quien tal manda.
Cuando llegado hubo al pie del puente,
alzó el brazo con toda la cabeza,
para decir de cerca sus palabras,
que fueron: «Mira mi pena tan cruda
tú que, inspirando vas viendo a los muertos;
mira si alguna hay grande como es ésta.
Y para que de mí noticia lleves
sabrás que soy Bertrand de Born, aquel
que diera al joven rey malos consejos.
Yo hice al padre y al hijo enemistarse:
Aquitael no hizo más de Absalón
y de David con perversas punzadas:
Y como gente unida así he partido,
partido llevo mi cerebro, ¡ay triste!,
de su principio que está en este tronco.
Y en mí se cumple la contrapartida.»


Pero quien era esta figura? que Fernando Savater nos presenta a su vez como protagonista del monologo vigesimo quinto de su libro Criaturas del Aire diciendonos estas palabras: Habla Bertran de Born :
"¡Deteneos, poetas, pues creo que ambos lo sois, tanto el que ya es sombra imperecedera como el que todavía disfruta la dulce carne mortal! No me temáis: el fantasma que os habla también fue poeta y no mucho peor que los mejores. Acércate un poco más a mí o permite que me acerque, pálido visitante de nuestros horrores; veo que te estremeces y te mantienes a una recelosa distancia, aunque atento: no puedo culparte.
Mi condena es hablarte desde la cabeza cortada que mi propia mano -el espectro de lo que fue mi mano- sostiene por los cabellos como si llevase un infausto candil. Esa mano que tanto gozó con el manejo de la espada, de la ballesta y con la pluma, esa mano es el garfio del que ha de colgar por una irrevocable eternidad el despojo parlanchín que ahora te espanta. Créeme, no es que me desagrade producir temor, pues disfruté con ello en mis días, pero me duele que lo que hoy haga temblar -y hoy ya es siempre- no sea mi coraje o mi destreza con las armas, sino la miseria de la condición a la que me veo reducido. Pero valor, valor. Tenlo tú, que aún puedes esperar, y lo tendré también yo, que ni aun desesperado desespero.
Ni en el mundo de los vivos ni en el de los muertos puede valer algo más que lo que valor se llama. Del valor sacaron los latinos el nombre de la virtud y no podían encontrar etimología más certera, pues toda virtud es una forma de arrojo. Si esto es cierto, como bien creo, aquí tienes a un maldito al que la cólera de Dios hace pagar su virtud y no sus vicios: quizá mi caso no sea tan insólito como pudiera parecerte... Pero que lo que me ha perdido venga ahora asistirme y a ti tampoco te falte, para que toleres el horror de mi aspecto y escuches esta queja en la que ni disimulo mi delito ni reniego arrepentido de mi nombradía.

Ya sabes que tanto el privilegio como la condena del réprobo consisten en seguir siendo impenitente mientras dure la eternidad: ése es el infierno y también la fuerza que ayuda a soportarlo.
Os he dicho que fui poeta; no os engaño si ahora afirmo que me veis sufrir aquí por no haberme resignado a ser sólo poeta. El poeta debe correr junto al arzón del héroe como un jadeante lebrel y atrapar al vuelo las migajas de gloria que sobran en el festín de éste. No quise limitarme a ese destino de lacayo. La poesía es un complemento o un aderezo, pero no un fin en sí misma: canta al amor y sin duda lo embellece, pero lo importante es el amor y no la poesía; elogia las hazañas del guerrero, pero ni las sustituye ni las supera; da voz a pasiones y terrores que sin ella serían mudos, pero no por eso dejarían de ser y ni tan siquiera palidecerían. Pensar lo contrario, creer que Troya ardió para dar pretexto a un canto o que la belleza de Filis debe su esplendor al hecho de haber sido celebrada en hexámetros, es huera arrogancia de poetas; que tienen insolencias de criado y pretenden ser sustento de quien les sustenta. Celebrar el mundo está bien, pero es tarea secundaria y dedicarse exclusivamente a ella señala la incapacidad para lo más grande, aunque protestada, eso sí, por la vanidad.

En mis sirventesios canto la alegría del campamento que despierta en vísperas de la batalla, entre fulgor azulado de yelmos y revuelo de gallardetes, porque soy un guerrero y conozco bien el alba santa del combate: no la cambiaría por ningún puñado de voces medidas. Si no fuera capaz de acosar al jabalí, de amar la generosa dulzura de las bellas y de rendir su altivez, si no pudiera dar a mis blasones otro lustre que el que presta la lira, de nada me valdría llegar a ser el más grande poeta que los tiempos hayan conocido. Así pensé entonces, cuando mi testa todavía se erguía orgullosa sobre mis hombros, y ahora también pienso lo mismo, aunque ya no soy ni seré más que un espectro aborrecible que sólo conserva de su antigua nobleza la aptitud para despertar temor antes que lástima.

Para el varón distinguido y que busca distinguirse, no hay empresa cuya tentación supere a la de la política ni vértigo más feliz que la guerra. Esos fueron los juegos de mi vida, los que mejor cuadraban a alguien de mi astucia y coraje. Una vez escribí que más grato que comer o dormir es galopar con la espada en la mano, mientras oímos gritar "¡a ellos!" desde izquierda y derecha. Pero no olvido la dicha sigilosa de las celadas, el engañó de una alianza que no se respeta y vuelve sus garras contra quien en ella se sentía seguro, la estocada implacable de la intriga. ¿Vileza? No hay vileza sino para el vil. Cuando el juego es intenso y fuerte, sólo denuncia las trampas quien no es capaz de percibir en el momento justo las modificaciones que las reglas sufren a cada instante ni de imponer en su provecho tales alteraciones.

Fui más hábil que otros, pero no más traicionero. ¡Y qué rivales tuve! Raimundo de Tolosa, Alfonso de Aragón, Enrique de Inglaterra, mi propio hermano Constantino, al que disputé y finalmente gané el señorío de Altaforte... De Ricardo Corazón de León fui primero enemigo y más tarde aliado: era un caballero galante y con excesivo gusto por lo misterioso, infección que debía venirle de su trato con los templarios; de todos mis contendientes, fue el único que apreció más mis versos que la finura despiadada de mi estrategia. Cada uno de esos nobles señores hubiera bastado como enemigo a cualquier gran rey; pero el dueño de Altaforte los mantuvo a raya a todos, ganándoles partida tras partida. Quizá fui de los últimos que pudo permitirse el lujo de sostener este tipo de retos.

Los reyes van devorando los señorios, por afiliación o doblegamiento; las piezas del juego político serán naciones y no ya apellidos ilustres sostenidos por el esfuerzo de algún brazo privilegiado y un cerebro sutil. Los hombres pierden su libertad, quizá porque ya no la merecen; desean ser protegidos porque no se sienten seguros de su audacia. En cualquier caso, ¿qué puede esto importarme a mí? Si el temor os lo permitiese, debériais sonreír ante la paradoja de un alma que ya se sufre eterna y empero no renuncia a deplorar el curso de la historia... ¿Mi pecado, entonces...? Confiar en la juventud y el honor valeroso para acabar con el extranjero invasor que pretendía sojuzgarme.

Yo alenté contra Enrique de Inglaterra a su propio hijo, el llamado Joven Rey. Serví de este modo a un espejo de auténticos caballeros y a una visión cuerda de mis intereses políticos, pero pequé. Cuando el Joven Rey murió, no dudé que eso anunciaba sin lugar a discusión el final de mi carrera, aunque fue más mi dolor por su desaparición que por la inminencia de mi ocaso. El elogio fúnebre que le dediqué no es fruto del artificio retórico, sino de la admiración y la amistad, pero aun entonces comprobé cuánto más pálido es el producto poético que la pasión cuyo canto realiza. Y sin embargo, esos versos son lo que perdura de nosotros. Los versos y mi pecado. Sembrar la discordia: ése es el título oficial de mi delito. Por sembrar la discordia, el Dios de Caín y Abel, el que lanzó las plagas contra los egipcios para beneficiar al pueblo de Moisés y dijo que no venía al mundo a conciliar sino a enfrentar al hermano con la hermana y al hijo contra su padre, el Dios justo y potente que reconoce a los suyos y persigue a los impíos, me ha decapitado para siempre. Le reconozco un gusto atroz por la metáfora. Mira y pasa, poeta cuya hora definitiva todavía no se ha cumplido."


Reseñándolo brevemente, diremos que Bertran de Born,(1140 - 1225) fue un condotiero y caballero feudal, a la vez que trovador provenzal y poeta, amante y cantor apasionado de la guerra, actor inescrupuloso de las intrigas propias de la política de la época, actividades que ejerció con entusiasmo y pasión. Sus serventesios políticos lo colocan entre los más grandes poetas de su género, acabó sus días en el monasterio de la Abadia de Dalon.
Aunque Dante lo condena al infierno, su mención en la Divina Comedia le abrió la puerta a la inmortalidad mientras el inmenso Ezra Pound lo rescato de nuevo del olvido dedicándole su poema Sestina Altaforte, cuya traducción pondremos a continuación como punto final de estas sandeces.

SESTINA:ALTAFORTE

"Loquitur (l): En (2) Bertrán de Born. Dante Alighieri colocó a este hombre en el Infierno porque era un provocador. ¡Eccovi! (3) ¡Juzgadlo! ¿Lo he expulsado de su tumba? La escena transcurre en su castillo de Altaforte. "Papiol" es su juglar. "El Leopardo" es el estandarte de Ricardo Corazón de León."
I
¡Maldita sea! Todo nuestro sur hiede a paz.
Tú, Papiol, hijo de puta, acércate! ¡Quiero música!
No hay vida para mí si las espadas no chocan.
Pero ¡ah!, cuando veo los estandartes de oro, vero y púrpura combatiendo,
y los vastos campos bajo ellos tornarse carmesí,
entonces aúllo, con mi corazón enloquecido de júbilo.

II
En el tórrido verano voy ardiendo de júbilo
cuando las tormentas devastan la tierra y su estúpida paz;
y cuando los relámpagos, en el cielo sombrío, fulguran carmesí
mientras los truenos con furia me rugen su música
y los vientos ululan a través de las nubes, combatiendo,
y a través de todas las hendiduras del cielo resuenan las espadas de Dios cuando chocan.

III
¡Quiera el infierno que escuchemos otra vez las espadas cuando chocan!
¡Y los estridentes relinchos de los corceles en la batalla, su júbilo,
pecho contra pecho, combatiendo!
¡Es mejor una hora de lucha que todo un año de paz
con opulentos festines, alcahuetas, vino y delicada música!
¡Bah! No hay mejor vino que la sangre carmesí.

IV
Amo el ascenso del sol, bañado en sangre carmesí
Contemplar cada uno de sus rayos, cual lanzas que atravesando la oscuridad chocan.
¡Oh! Mi corazón se llena de júbilo
y mi boca se colma de veloz música
cuando lo veo desafiar y despreciar la paz
y salir al paso de las sombras, con su sola fuerza, combatiendo.

V
El hombre que teme luchar y se agazapa, no combatiendo
al oír mi llamado a la guerra, no tiene sangre carmesí;
Sólo sabe pudrirse en su lánguida paz,
lejos de donde impera el valor y las espadas chocan
¡Oh! La muerte de esos perros es mi júbilo,
sí, yo que lleno todo el aire con mi música.

VI
!Papiol, Papiol! ¡A la música!
No hay sonido comparable al de las espadas combatiendo;
Ni aullido semejante al fragor de la batalla, mi gran júbilo,
cuando nuestros codos y espadas chorrean carmesí
y cuando nuestras huestes, enfrentando la embestida de "El Leopardo", chocan.
¡Que Dios maldiga para siempre a todo aquel que grite paz!

VII
¡Y que la música de las espadas los vuelva carmesí!
¡Quiera el infierno que escuchemos otra vez el clamor de las espadas cuando chocan!
¡Que el infierno oscurezca para siempre la idea de la paz!

(Traducción: Armando Roa Vial. Notas: 1)Del latín: "Habla". 2)Del Provenzal: "Señor". 3)Del italiano: "¡Aqui teneis!")

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