sábado, 17 de marzo de 2007

Job

Job


En las sandeces de hoy hablaremos de Job, el personaje del monólogo decimoctavo del Libro Criaturas del aire de Fernando Savater.

Iniciaremos con una breve y necesaria referencia al Libro de Job que pertenece al Antiguo Testamento, la primera de las dos grandes divisiones de la Biblia y que comprende un grupo de escritos relativos a la religión, historia, instituciones y costumbres de los judíos, escritos casi totalmente en hebreo y compuesto por 46 libros divididos en grandes grupos: los 5 del Pentateuco: Génesis, Exodo, Levítico, Números, Deuteronomio.
Los 16 libros históricos : Josué, Jueces, Ruth, I Samuel, II Samuel, I Reyes, II Reyes, I Paralipómenos o Crónicas, II Paralipómenos o Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, I Macabeos, II Macabeos.
Los 7 sapienciales : Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, El Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico y los 18 libros proféticos : seis profetas mayores (Isaías, Jeremías, Lamentaciones de Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel) y los doce menores.
El Libro de Job, forma parte de los libros llamados poéticos (por su forma) o didácticos (por su enseñanza) o sapienciales (por su contenido espiritual). En estos libros no encontramos ni leyes o promesas hechas por Dios, ni oráculos de personas que hablen en su nombre. Todo en ellos, excepto algún pequeño oráculo en los Salmos, o la locución de Dios a Job desde la tormenta, tiene el carácter de ser directamente palabra humana que expresa una sabiduría sobre cuestiones filosoficas y eticas de la vida, sin que entremos en el debate de si son o no, inspiradas por Dios.

El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2).
Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar (caps. 3-31).
Un diálogo entre Job y Elihú, un cuarto amigo (32-37).
Discursos de Dios "desde el seno de la tempestad" (38-42) y un breve epílogo en prosa (cap. 43).

Según los entendidos, La unidad del libro, cuyo origen debe ser situado entre el año 500 y 250 antes de Cristo, es cuestionado con el prologo y el epilogo en prosa, atribuidos a un autor diferente a las otras tres partes en poesía. De igual manera parecería que el diálogo de Elihu, fue realizado e insertado en una época posterior, porque interrumpe el flujo del argumento.

Luego de esta introducción procedamos a ver un breve resumen del Libro de Job:

"Había en la región de Us (al suroriente de Palestina) un hombre de muy buen comportamiento, que se apartaba del mal y temía mucho ofender a Dios. Tenía siete hijos y tres hijas. Era inmensamente rico. Tenía 7,000 ovejas, 3,000 camellos, 500 pares de bueyes, 500 asnas, y muchísimos obreros. Era el más rico de toda la región".
De vez en cuando ofrecía sacrificios de animales a Dios, para pedirle perdón por los pecados de sus hijos, porque se decía: "¡Quien sabe si alguno de mis hijos haya disgustado al Señor con algún pecado!".

Un día se reunió Dios en el cielo con sus ángeles y les dijo: ¿Han visto a mi amigo Job? No hay nadie en la tierra tan bueno como él. ¡Tiene gran temor de ofenderme y se aparta del mal! ¡Pero Satanás llegó y dijo a Dios: "Es que has tratado demasiado bien a Job. Le concediste enorme cantidad de animales, y de personas. Así cualquiera se porta bien. Pero permítele que se le acaben sus riquezas, y verás como se portará de mal!". - Y Dios le dijo a Satanás "Le concedo permiso para que lo ataque en sus bienes, en sus animales y personas que le sirven. Pero cuidado ¡A él no lo vaya a tocar!". Y un día en que sus siete hijos y sus tres hijas estaban celebrando un almuerzo en casa del hijo mayor, llegó corriendo un mensajero a decirle a Job: "Sus bueyes estaban arando, y sus asnas estaban pastando en el potrero y llegaron los guerrilleros y mataron a los trabajadores y se robaron todos los animales. Solamente yo logré huir para traerle la noticia".

Todavía estaba el otro hablando cuando llegó un segundo obrero y le dijo: "Cayeron rayos del cielo y mataron a todas sus ovejas y a sus pastores. Solamente yo logré salir huyendo para traerle la noticia".
Aún estaba hablando el anterior cuando llegó otro que le dijo: "Los enemigos del país vecino se dividieron en tres escuadrones y atacaron los camellos, mataron a los arrieros, y se llevaron todos los animales. Unicamente yo logré huir para venir a contarle la noticia".
No había terminado el otro de hablar cuando llegó un cuarto mensajero a decirle: "Sus siete hijos y sus tres hijas estaban almorzando en casa del hijo mayor y se cayó el techo y los mató a todos".
Job se levantó, rasgó sus vestiduras en señal de tristeza; se rapó la cabeza en señal de duelo y exclamó: "Desnudo salí del vientre de mi madre. Sin nada volveré al sepulcro. Dios me lo dio, Dios me lo quitó. Bendito sea Dios".
Y en todo esto no pecó Job, ni dijo ninguna palabra contra Dios que había permitido que le sucedieran tantas desgracias.
Se volvió Dios a reunir con sus ángeles en el cielo y les dijo: "¿Se han fijado en mi amigo Job? No hay ninguno tan santo como él en la tierra. Tiene gran temor de ofenderme y se aparta siempre del mal. ¡Y aunque he permitido que le sucedan tantos sufrimientos, no se aparta de mi amistad!". Pero llegó Satanás y le dijo: "Sí, se conserva así porque goza de buena salud. ¡Pero permíteme quitarle la salud y verás que ahora sí maldice y se porta mal!". - Y Dios le dijo - Puede quitarle la salud. ¡Pero cuidado: respétale la vida!.

Y a Job le llegó una enfermedad en la piel, y se volvió una sola llaga desde la cabeza hasta los pies. Tuvo que ir a sentarse junto a un basurero, y con un pedazo de teja se rascaba, y vivía entre la basura. Y hasta su mujer lo despreciaba y le decía: "¡Maldiga su suerte y muérase!".
Pero Job le respondió: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿Por qué no vamos a aceptar los males que El permita que nos sucedan?. Y en todo esto no pecó Job con sus labios o sus palabras. Y eran tales sus angustias y los desprecios que le hacían, que cuando amanecía exclamaba: "¿Cuándo anochecerá para que no me desprecien ni se burlen más de mí?". Y cuando anochecía decía: "¿Cuándo amanecerá para que no me atormenten más las pesadillas y espantos?". Y todo esto le sucedía, siendo él tan santo.

Al saber tan tristes noticias, llegaron tres amigos desde diversos sitios, a consolarlo. Y al verlo tan acabado, lanzaron gritos de angustia, rasgaron sus vestiduras en señal de dolor, se echaron polvo en la cabeza como penitencia, y se quedaron siete días, sentados en el suelo, sin decir palabra, llenos de dolor.
Y después los tres amigos empezaron un diálogo en verso, diciendo cada uno a qué se debían probablemente aquellos infortunios tan terribles del pobre Job. Y sacaron como consecuencia final que probablemente él había sido muy pecador y que por eso era que estaba disgustado Dios. Job respondió con fuertes exclamaciones que esa no era la causa de sus desgracias. Que él se había esmerado durante toda su vida por comportarse de una manera que le fuera agradable a Dios. Que había compartido sus bienes con los pobres. Que su deseo de mantenerse puro era tan sincero que había hecho un pacto con sus ojos para no mirar a mujeres jóvenes. Y decía: "estoy cierto que un día, con estos ojos veré a mi Dios".

En un momento de emoción Job llega a decirle a Dios que a él le parece que Nuestro Señor ha exagerado en el modo de hacerle sufrir. Que siendo Dios tan poderoso por qué se venga de un pobrecito tan miserable como él. Y entonces interviene Dios y le contesta fuertemente a Job que la criatura no tiene porqué pedirle cuentas al Creador, y empieza la voz de Dios a hacer una descripción maravillosamente poética de los seres que El ha creado. "¿Cuando yo hice el universo dónde estabas tú? ¿Cuando hice el mar y los animales que lo llenan, por dónde andabas a esa hora?". Y luego Dios va describiendo la imponencia del cocodrilo y del rinoceronte, y las astucias de los animales salvajes, y le pregunta a Job: "Cuando yo hice a todos estos animales, dónde estabas tú, para que ahora me vengas a pedir cuenta de lo que yo hago? ¿Quién es este que se atreve a discutirme?".

Job se da cuenta de que hizo mal en ponerse a pedirle cuentas a Dios y le dice humildemente: "Señor: me he puesto a hablar lo que no debía decir. Retracto mis palabras. Me arrepiento de lo que he dicho al protestar. Te pido perdón humildemente, mi Señor".
Entonces Dios volvió a hablar con voz amable, y dijo a los amigos de Job: "Ofrézcanme un sacrificio para pedirme perdón por lo que dijeron contra mi amigo Job. Y por las oraciones de él, yo los perdono".

Luego Dios le concedió a Job el doble de bienes de los que antes había tenido. Vinieron todos sus familiares cercanos y lejanos y cada uno le trajo un regalo y una barra de plata, y un anillo de oro y celebraron un gran banquete en su honor. Y Dios bnedijo otra vez a Job y le concedió 14,000 ovejas, 6,000 camellos, 1,000 pares de bueyes, y 1,000 asnas. Se casó de nuevo y tuvo siete hijos y tres hijas. Y sus hijas fueron las mujeres más bellas de su tiempo. Y Dios le concedió a Job una larga vida. Vivió hasta los 140 años. Y conoció a los nietos, a los biznietos y a los tataranietos. Y murió en feliz ancianidad y lleno de alegría y paz."

Una vez terminado el resumen que encontré, tal como lo puse, en el Internet, quiero comentar, que una vez leído los capítulos 1 y 2 del Libro de Job en la Biblia, me recordé unas líneas del inmenso cantautor argentino Facundo Cabral,, en su exito de principios de los 80"s " A veces yo me Pregunto" :

"Dios dirige la orquesta,
el diablo dirige el coro,
el hombre paga los gastos".

y si nosotros pagamos lo gastos, ahora disfrutemos las palabras de Job en el interesante monólogo del libro Criaturas del Aire:

Habla JOB

Criatruras al aire
"Lo admito, no supe resignarme: pero nadie logrará hacerme creer en las virtudes indiscutibles de la resignación. Vino como una tormenta sobre mis campos, sobre mis rebaños, sobre mis casas; vino sobre mi mujer y mis hijos, matando, incendiando, arrasando. Luego se ensañó con mi cuerpo, hasta dejarme reducido a una pura llaga repulsiva: me converí en objeto de horror y asco para mí mismo. Allá, en el muladar al que me vi desterrado, basura tirada entre basuras, sentí que me ganaba poco a poco una especie de vértigo.

Utilizaba un pedazo de teja para rascarme la insoportable comezón que me roía, cuando de pronto aquel pedazo de arcilla seca se me antojó un cetro, el sello de la más alta potestad. Aquella teja inservible, recogida en el ámbito más degradante, entre lo que nadie desea, iba a ser mi varita mágica.
Con ella en la mano como certificado de absoluta miseria, podía por fin hablar: no hay palabra prohibida en un vertedero, no hay censura ni limitación alguna que pueda imponerse al discurso que vocea un leproso mientras se frota con un pedazo de teja rota.

¿Hubiera debido resignarme? Así me lo aconsejaron mis pacatos amigos, pero yo sigo pensando que no y mil veces no. ¿Resignarme cuando uno tiene por fin en la mano la teja de la verdad, cuando ya no hay cortapisa de posesión, afecto o salud que nos impida decir implacablemente todo lo que vemos, los íntimos recodos de la desesperación?.
Creo que hice lo justo: desposeído, enfermo, se me arrojó a un muladar y entonces pude por fin proclamar, ya sin recato, que el mundo es desperdicio y excremento, la vida es la enfermedad que un sarnoso padece en su vertedero... Esa mísera teja era algo más dolorosamente precioso que todo lo que antes tuve: era el salvoconducto para hablar cara a cara con Dios.

Por muchas vueltas que le diera al asunto, mi causa era de una solidez inatacable. En el foso séptico de mi desventura ya no había modo de hacerme convicto de pecado. Pude quizá pecar antes, cuando aún era algo, cuando todavía no había conquistado el despojo y la teja. Entonces hubiera podido sancionarme el Señor del Trueno y quizás entonces yo hubiera creido en la pertinencia de su castigo y su reproche. Pero luego las cosas alcanzaron definitiva claridad: yo era una basura, nunca fui otra cosa, por tanto la cólera del Dios creador de la basura está perfectamente injustificada cuando relampaguea contra mi inmundicia.
De su todo a mi nada no hay caminos transitables: me había quitado tanto que ya no tenía forma de devolverme el lastre suficiente como para hacerme sentir culpable. El tenía su poder infinito, pero yo había ganado un invencible y fragilisimo talismán contra la omnipótencia: mi teja. Los amigos que me asestaban su compañía y sus censuras no lograban entender el fondo del asunto; ellos reclamaban justicia o piedad para con el Señor, pero hablaban desde su casa, desde su salud, desde su miedo culpable a verse en mi perfecto decaimiento.

Yo me hallaba tan absolutamente triturado que, para no serles insoportable del todo, me exigían al menos considerarme malo. Lamentándolo mucho, no pude darles ese gusto: al contrario, cada vez aireé mi increíble inocencia con más fuerza, mi deslumbrante inocencia, mi leprosa y machacada inocencia... Por último, el propio Omnipotente me gritó desde su trono para que pusiera fin a mi diatriba. Me habló de cómo creó los cielos y cómo encauzó los mares, se burló de mi impotencia, me desafió a pescar con sedal y anzuelo la mole del Leviatán, me preguntó; ronco de ira, que dónde estaba yo cuando El fundó el mundo y si me creía capaz de justificarme ante mis enemigos por la sola fuerza de mi brazo... Yo no respondí nada, pero seguía rascándome las tenaces pústulas con mi teja.

Ahora me lo ha devuelto todo, las casas y los campos, los rebaños y los hijos; mi salud es tan extraordinariamente buena que todo parece indicar que viviré más de cien años. Me cubre de bienes de modo abrumador, me vomita encima el contenido completo del cuerno de la abundancia, nada le parece demasiado para mí... Ya se que todo esto no es más que un soborno para que olvide mi teja y las palabras
que fui capaz de exclamar con ella en la mano, pero yo no remoloneo en mi piedad cotidiana y me dejo querer. Sigo siendo un ejemplo de religiosidad y sumisión para quienes me conocen, como lo fui en un rincipio, antes de mi descenso al muladar. Pero ahora sé y lo que sé no lo puedo olvidar. Antes había oído hablar de Jehová, pero ahora le he visto cara a cara. Tampoco El podrá volver a descansar tranquilo. Ya no tengo mi teja, pero todo yo, todo mi cuerpo y mi memoria se ha convertido en ese pedazo de arcilla seca.

Ahora yo mismo soy la teja en las manos perplejas de Dios."

Bueno, después de leer a Job, y para ser la teja en las manos perplejas de ustedes, solo me queda darles la oportunidad de descargar la Biblia completa desde aqui y vayan luego al Libro de Job en pagina 820. O bajen solamente el Libro de Job desde aqui,darle Request Download link y luego DownLoad File.Si carecen el lector de PDF, Acrobat Reader, en este link pueden bajarlo.
Job

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial
Gracias!
Tengo una Prueba del Libro de Job
Y llege hasta como el versiculo 7
y me aburri....
Gracias por el Resumen!

Anónimo dijo...

Gracias por el resumen de este bello pasaje biblico.
creo que todos tenemos mucho que aprender de Job.